"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

martes, 7 de agosto de 2012

SI ALGUIEN SUFRIESE SÚBITAMENTE UN TRASTORNO DE LOS OJOS, DE LOS NERVIOS, O DE LA MENTE

El famoso cuadro de Velázquez, Las Meninas, está en justicia considerado como una de las obras capitales del arte.

La gracia delicada de la Infanta, el afecto pleno de dignidad y respeto de las niñas de la Corte que la sirven, el orgullo del caballero de Santiago a la izquierda (que sería el mismo pintor), todo expresa un ambiente recogido, elevado, intensamente civilizado.


La atenta consideración de esta obra maestra, además de estimular el sentido artístico, es altamente educativa para la personalidad.

Sin embargo, si un observador sufriese súbitamente un trastorno de los ojos, de los nervios, o de la mente, está claro que vería disolverse la armonía de la imagen.

En lo que toca al lienzo de Velázquez el paroxismo de la perturbación se muestra en la segunda imagen.
 Lo inverso no podría suceder nunca. Si cualquiera observara la segunda ilustración y tuviera una perturbación ocular, nerviosa o mental, nunca lograría ver a Las Meninas.

Esto es tan evidente que no precisa de comentario.

El primer cuadro no es el resultado del desorden, sino del orden, del talento, de la cultura, de la civilización.

Muestra, en su sentido recóndito, una impronta profundamente cristiana. El segundo cuadro no es el resultado del orden, sino del desorden, la extravagancia, el desequilibrio, la intemperancia. Eso solo puede provenir de las pasiones rebeldes o bien de una enfermedad.

La segunda imagen reproduce la versión que realizó Picasso del inmortal cuadro de Velázquez. Sin comentarios.

(Plinio Correa de Oliveira - trascritto da “Catolicismo”, n. 131, Novembre 1961, www.catolicismo.com.br) 

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