"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

domingo, 9 de septiembre de 2012

EL MISTERIO DEL GÓLGOTA




ENTRE CIENCIA Y FE

"Dadme una palanca y moveré el mundo" -dijo Arquímedes.

La palanca es la Eucaristía y el mundo es la miseria humana. Sin esta palanca la tierra no existiría.

Los periódicos hablan de ello y miles de fieles acuden desde todos los rincones de la tierra a la iglesia del pueblo, para adorar un milagro grande, un acontecimiento que ocurrió hace más de mil años atrás. La ciencia y el progreso detienen su curso y dejan a la fe, la única que puede explicar lo escurridizo. El círculo de la razón se convierte en el altar del "Credo" y en torno a ello gira la existencia humana...
 
El Milagro Eucarístico de Lanciano
                       
La Hostia, se transforma en carne y el vino en sangre, constituyendo el milagro más grande que, desde el inicio del mundo hasta su fin, pudo suceder en toda la Historia. 

Bajo las especies de pan y vino se lleva a cabo la transubstanciación, el sacrificio cruento de la Cruz en el Altar de la Misericordia, donde son depositadas la fe, las ofrendas y los sufrimientos de todo hombre que accede a la vía de la salvación por medio de la gracia eucarística.
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día". (Jn 6,54-56).

Jesús, inmolado en el madero de la cruz, religa el cielo y hace nuevas todas las cosas. El varón de dolores que bien conoce el padecimiento, no termina allí su viaje, sino que en la continuidad del Resucitado, es el Consolador de nuestras aflicciones, el Dador de todo bien, Él que viene al mundo para traer su luz, pero las tinieblas no lo acogieron. 

El Cordero renueva el memorial de su Pasión y de su Muerte en Cruz con la fórmula de la antigua cena: "Esto es mi cuerpo, entregado por vosotros, esta es mi sangre derramada por vosotros".

Y esta es la acción de gracias que en el santo altar repara el Corazón Eucarístico de las ofensas de los pecados, de las injurias, de las blasfemias y de la ira diabólica de los hijos rebeldes, que no dan tregua. 
"Y os aspergeré con aguas puras y os purificaré de todas vuestras impurezas, de todas vuestras idolatrías. Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un corazón nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ezequiel 36).
La adoración al Verbo encarnado purifica el corazón de toda esclavitud del pecado y ofrece combate al mal, expulsa a los demonios y hace emerger el alma de las tinieblas, pronta a entrar en comunión con Dios. Aunque sigue siendo un misterio insondable para la razón e inexplicable a la percepción, la Eucaristía es la palanca que mueve el mundo y es la razón de ser de nuestra existencia.
Es el silencio adentro en el tabernáculo del infinito; el Pan de los Ángeles nos espera día y noche, vela por nosotros, restaña nuestras heridas, perdona nuestras miserias y repite: "Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo".

Pero...

"Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?"

Francesca Bonadonna

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