"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

miércoles, 31 de octubre de 2012

GIANNA BERETTA MOLLA: DON DE LA PROVIDENCIA



Gianna Beretta Molla es la mujer de nuestro tiempo, aquella que la Providencia quiso fijar en el firmamento de los santos para ser faro de luz sobre la vida naciente. Gianna es el verdadero modelo de mujer y de madre que se pone en antítesis a los estereotipos del feminismo anticonformista. Altruísta, amable y heroica en la fe, permanece como la “madre coraje” del siglo XXI,  la mujer del , que dio a luz la vida de aquella otra Gianna, Gianna Emanuela, hija devota y ferviente en el amor a las almas, además de partidaria de las iniciativas pro-vida dispersas por el mundo. 

Gianna es un icono de la belleza en la maternidad, y vive el privilegio dramático de ser la madrina espiritual de tantos huérfanos que no conocen rostro, si no el del abandono en un cubo de basura o tras la cristalera de un hospital; pero también es la madre de millones de niños rechazados en el mismo vientre materno.

La santidad de Gianna le confiere un papel de mediación que se hace cargo de las súplicas y de las plegarias de todos aquellos que viven el drama de la esterilidad conyugal. Santa Gianna es por esto el don suscitado por la Providencia que restituye la dignidad moral y social en esta jungla oscura, patrona de las conciencias sometidas bajo el espíritu de casi omnipotencia y esclavitud bajo el pecado. 

Cuán inmenso es el panorama de la santidad y cuán vasto el cielo que nos domina, sólo bastaría con levantar la mirada para contemplar la belleza para que el firmamento avanzara dentro de nosotros, habitándonos para siempre. Los mismos ojos y la misma mirada, Gianna los dirigió allá arriba, más allá de las nubes, para contemplar la vía del sacrificio y de la renuncia, que le otorgaron merecidamente la eterna beatitud. 

 Francesca Bonadonna  

http://www.associazione-vogliovivere.it/notizie/1255-gianna-beretta-molla-dono-della-provvidenza                                                                                                        


 

martes, 30 de octubre de 2012

LOS FRAILES MÍNIMOS DE SAN FRANCISCO DE PAULA EN SICILIA (2)

PROVINCIA DE MESINA, DE LA ORDEN MÍNIMA DE SAN FRANCISCO DE PAULA

Sermón desde un púlpito


CONVENTO DE MESINA, AÑO DE 1503

Cuatro años antes de la santa muerte de nuestro Padre glorioso, mandó por sus letras patentes, desde Tours de Francia, a un religioso de loables costumbres y vida ejemplar, llamado el Padre fray Pedro de Mecina* (sic), procurase fundar convento en aquella grande y antigua ciudad de su nombre; trató esto con los más principales de ella, y no fueron necesarias muchas diligencias, por la devoción que con nuestro Padre todos tenían, no olvidados de los grandes milagros que hizo en Milazo, y bien satisfechos de la ejemplar vida de los religiosos que vivían en [el convento de] Jesús María. Miróse la parte y sitio en que se fundaría el convento, y se escogió uno bien agradable, medio cuarto de legua de la ciudad, poco más de la mitad de la marina. Tomó la posesión el Padre fray Pedro, y otros sus compañeros, en ocho días de Junio de 1503. Fuese maravillosamente acrecentando este convento en lo temporal y espiritual

FAMA DE SANTIDAD DE FRAY ANDRÉS DE MESINA

Ha criado siempre grandes religiosos y siervos de Dios, entre ellos el P. Fray Andrés de Mesina compañero de nuestro Padre [San Francisco de Paula]; fue tenido en singular opinión de santo, en vida y en muerte, llamándole todos "el santo", y fiando de sus oraciones sus deseos: hizo después de muerto muchos milagros, le tenían enterrado en parte señalada, donde era grande el concurso de gente que acudía a su sepulcro, con sus devociones. Y un Padre General, pareciéndole que la [devoción] de nuestro Padre [San Francisco de Paula] se perdería con la del Beato fray Andrés (como si en las cosas de Dios tuviese inconveniente eso) mandó, con bien poca razón, se sacara de allí su cuerpo santo, y fuese enterrado en parte oculta a los seglares. Esto no fue bastante a que la gente cesase en su devoción, que muchos no creen falte de allí el cuerpo, y otros lo tienen por cierto; y así, o porque estuvo, o porque está allí, visitan a aquel lugar, y hacen oración en él, como siempre: es convento regalado, y de abundante sustento: Comunidad de cincuenta religiosos, cabeza de la Provincia, en ser el asiento del Provincial y en darla su nombre. Hay en el estudio de Artes, y Teología; y el Rey don Felipe II [de España] le dio cierta renta, con que se ha fabricado.

Santa Águeda, cuadro de Francesco Guarino (1611-1651)


CONVENTO DE CATANIA, AÑO DE 1523

Catanea (sic), ciudad insigne, de la Isla de Sicilia, no solo por la fertilidad de la tierra, sino por ser consagrada a la santidad de la gloriosa Virgen y Mártir Santa Águeda su natural, tiene un convento de nuestra Religión* ["religión" aquí quiere decir Orden Religiosa] fuera de la ciudad cuanto un tiro de piedra, con título de San Honofrio, tan cerca de la marina, que algunas veces tocan sus aguas en las paredes. Lo fundó el Padre fray Felipe de Mesina en 18 días de Marzo de 1523. Está el Noviciado de la Provincia en él, y sustenta de ordinario treinta religiosos, con abundante regalo de pescado.

Ha obrado nuestro Señor en este convento muchos milagros, por la intercesión de nuestro Padre glorioso [San Francisco de Paula]: entre todos me pareció escoger solo uno singularísimo, que valió por muchos, por ser tan en pro del bien común, y la obra tan evidente y notoria a toda la comarca.

CALAMITOSA SEQUÍA DE 1598 EN CATANI
Y PLEGARIA EFICAZ EN EL SERMÓN

El año de 1598, en la Isla faltó de manera el agua a los sembrados, que cuando entró el mes de abril estaban ya tan secos y abrasados que la mayor parte de las espigas no tenían remedio, si milagrosamente nuestro Señor no socorría. Había el Padre Corrector* del convento convidado con el sermón de nuestro Padre a un religioso de la Compañía de Jesús, llamado el Padre Bernardo de Catania, varón piadoso, docto y no menos elegante en el Púlpito. Era el calor excesivo, de manera que a la gente le parecía caía fuego del cielo, se juntó gran parte de la ciudad en el convento, para el día de la fiesta de nuestro Padre San Francisco de Paula; y el Padre Bernardo dijo cosas gloriosísimas, de su vida, milagros, muerte y Religión [aquí la palabra "Religión" puede significar tanto "vida de piedad" de San Francisco de Paula como vicisitudes de su Orden religiosa]. Cuando la gente estaba más suspensa oyéndole, volvióse hacia la Imagen del Santo Glorioso, haciendo piadoso apóstrofe, y le dijo así:

-¿Será bien, Santo Padre de los Mínimos, que hallen remedio en vuestros merecimientos los tullidos, los ciegos, los enfermos, y los difuntos, en necesidades particulares que os buscan... y que nos veais padecer esta general calamidad, a toda esta ciudad y comarca, y no la remedieis? Si vos socorríais viviendo, y después que ya gozais de Dios, no solamente a los que llegaban a vuestra presencia y Altar, sino infinitas veces a los muy apartados y ausentes, conociendo sus deseos y ansias, ¿las nuestras no serán razón se admitan? Pues desengañaos, San Francisco de Paula, que ni yo me bajaré de este Púlpito, ni persona alguna saldrá de esta Iglesia, sin alcanzar de Dios, por vuestros ruegos, el remedio de nuestra necesidad. Tomad, santo calabrés, por vuestra cuenta nuestros memoriales y pedid socorro al Padre de las misericordias, o aquí pereceremos todos. Si nuestros pecados impiden, está la gracia.

Plaza del Duomo de Catania, postal del año 1905.


Estas y otras cosas dijo con grande espíritu y lágrimas el Predicador, movió poderosamente los corazones de la infinita gente que le estaba oyendo, y dando todos voces, comenzaron a decir:

-Misericordia, misericordia, Señor San Francisco de Paula, pedid a Dios, que se duela de nosotros.

Oh, infinito y clementísimo Dios, ¡y cuán ocultos son vuestros juicios! Que librasteis el remedio de esta gente en semejante medio como éste. Apenas cesó el alarido y lágrimas de todos, apenas se tornó a quietar el auditorio, cuando inopinadamente comenzó a llover de manera que casi en todo aquel día no pudieron volverse a sus casas los que estaban en el sermón, con estar el cielo cuando se comenzó tan sereno y poco dispuesto de nubes que, muchos de los presentes, juzgaron la instancia del Predicador por cosa presuntoria y desaprovechada. Llovió tanto y tan generalmente por todo el territorio de la Isla, que si bien los panes estaban casi perdidos, fue singular el remedio con que los mejoró aquel Señor que sin las causas segundas, puede obrar sobre las leyes de la naturaleza. La fama que se halló presente a este milagro corrió la posta [=cundió] a dar las alegres nuevas a todos los pueblos circunvecinos, que no con menor velocidad los veríais venir a nuestro convento, a rendir las gracias a nuestro Señor y al bendito Padre San Francisco de Paula, por cuyos merecimientos y ruegos habían recibido tan general beneficio y remedio. Se lee Curso de Artes en este convento.



NOTAS:

Mecina y Catanea: *En el texto original -escrito en grafía castellana del siglo XVII- los nombres de las ciudades sicilianas se presentan con distinto aspecto al actual: escribiéndose "Mecina" por "Mesina", o "Catanea" por "Catania". También es curioso advertir que, como tendremos ocasión de ver, "Siracusa" era llamada por los españoles "Zaragoza de Sicilia". La primera vez que aparezca en el texto el topónimo lo presentaremos, tal y como aparece en el documento original, pero después, si se repite en el texto, lo adaptaremos a la grafía actual en el curso de la traslación. Lo que va entre corchetes y en letra negrita son interpolaciones nuestras para aclarar el sentido del texto al lector recién llegado.

Religión: *En la época la palabra "Religión" significaba en muchas ocasiones "orden religiosa".

Padre Corrector: *En la Orden de Frailes Mínimos de San Francisco de Paula (en España también llamados Frailes de la Victoria) el religioso que hace de cabeza en un convento tiene tradicionalmente por nombre Padre Corrector. Su papel viene a ser lo que sería el superior conventual: llamado en otras órdenes religiosas "abad", "prior"; y entre los franciscanos: "Guardián".

jueves, 25 de octubre de 2012

EL ARTE, LA BELLEZA Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA




(de Fabrizio Cannone)

Una visión del mundo fundada sobre lo sobrenatural da lugar a un arte y a una cultura, sagrada y profana, que será hermosa, armoniosa y beneficiosa. Una visión del mundo ideológica, fundada sobre el antropocentrismo y sobre la secularización, genera frecuentemente una ciudad y unos espacios públicos anónimos e insignificantes. Esta pérdida de sentido arroja al ciudadano común en el desaliento y en el malestar existencial, en vez de elevarlo moralmente.

Es cuánto emerge, en síntesis, del Congreso sobre el arte sagrado desarrollado en Cosenza el 14 noviembre del 2008 del cual ahora son publicadas las interesantes ponencias (cfr. AA. VV., a cargo del padre Arturo Ruiz Freites, "L’arte, la bellezza e il Magistero della Chiesa", EDIVI & Settecolori, Segni 2012, pp. 238, € 17). El Padre Ruiz, alma máter del Congreso, explica la razón del encuentro citando al cardenal Ratzinger que, ya en el año 2001, notaba que: "Hoy, no experimentamos solo una crisis del arte sacro, sino una crisis del arte en cuanto tal, y con una intensidad desconocida hasta la fecha [...]. Esta situación puede ser ciertamente definida como una ceguera del espíritu" (p. 5). Precisamente el P. Arturo nota el vínculo entre el no-arte contemporáneo y la "gnosis inmanentista" (p. 13) la cual, a un nivel puramente teológico, ha resentido la mala lección del modernismo, condenado, ciertamente, en el año 1907 por San Pío X, aunque eclosionó, como hizo notar Maritain, en el inmediato Post-Concilio.


El abate Michael John Zielinski

El abate Michael John Zielinski ha destacado que si "el post-concilio ha dado lugar a una multiplicidad de intervenciones sobre estructuras monumentales pre-existentes con el propósito de adecuarlas a las exigencias de cambios litúrgicos [...]. No se puede olvidar que la creciente secularización, la concepción ideológica opuesta al cristianismo, la incapacidad de muchos arquitectos, la restricción económica, la incertidumbre del encargo y otros abrumadores problemas pastorales después han condicionado negativamente los proyectos de nuevos espacios culturales". (p. 31).

La docta ponencia del Padre Ruiz ha estado puesta toda ella bajo el lema Ars sacra imitatur supernaturalia y en las largas y sabias páginas, el teólogo argentino ha ilustrado el sentido, fundándolo sobre Santo Tomás y el Magisterio católico (pp. 47-104). Para Sor Angela Monachese, profesora en la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma, el núcleo del problema estético está «en creer que lo bello sea algo subjetivo», idea ésta que es «una clara manifestación del relativismo hoy imperante» (p. 128). Don Nicola Bux se ha concentrato en la decisiva cuestión litúrgica, estableciendo algunas claras reglas «para hacer arte sagrado», en el pleno respeto de la fe y de la Tradición (cfr. pp. 152-153). El arquitecto Ciro Lomonte, a cuyo cuidado está la revista eletrónica “Il Covile”, aportó la ponencia más técnica y más convincente del Congreso, mostrando todas las paradojas de la arquitectura moderna, mejor sería decir modernista, para el culto cristiano-católico.

Queremos traer solo una anécdota elocuente citada por el arquitecto. Un niño de ocho años, viendo las tradicionales iglesias rurales, graciosas y abundantes en arte, las comparaba con las de su ciudad (Kansas City), iglesias modernísimas, vacías de todo y desacralizadas, y preguntó a su mamá la razón por la cual los pobres campesinos tenían iglesias más hermosas que aquellas otras de la opulenta ciudad... Algunas imágenes de las nuevas iglesias antropocéntricas (como el "santuario" del Padre Pío en San Giovanni Rotonodo o la Catedral de Okland) muestran bien la birria y la podredumbre que se deriva del modernismo teológico, también en el ámbito estético y artístico. Es menester, en suma, una nueva visión del arte unida a una renovada sensibilidad hacia el mundo invisible y trascendente, de modo que se atienda a la creación y a la naturaleza como momentos del necesario viaje a la eternidad.

(Fabrizio Cannone)

Corrispondeza Romana. Agenzia di informazione settimanale

miércoles, 24 de octubre de 2012

LA BANDERA DE LA UNIÓN EUROPEA TIENE MUCHO DE MARIANO

Vidriera con la Virgen. Catedral de Estrasburgo. Se ven las doce estrellas.

El símbolo de Europa fue diseñado por un católico. El 24 de octubre de 2012, por primera vez, la imagen sagrada de la Virgen de Fátima pasará frente al Parlamento Europeo.

GIACOMO GALEAZZI
Ciudad de El Vaticano, 23 Octubre 2
012

Devoción mariana contra cristianofobia: la Virgen de Fátima en Estrasburgo. La bandera europea tiene 12 estrellas como homenaje a la Virgen, pero es la primera vez que la Virgen “visita” el centro de la política de la Unión Europea. Mañana a las 10 de la mañana, la imagen de la Virgen será llevada a la Catedral de la ciudad-símbolo de la tecnocracia europea por peregrinos procedentes de todo el continente. El programa también incluye un breve “paseo” ante la sede del Parlamento Europeo.

"Un evento excepcional", comentan Lorenzo Fontana y Mario Borghezio, a tenor de la llegada de la sagrada imagen de Nuestra Señora de Fátima a Estrasburgo. "Son pocos los que saben –explican los dos parlamentarios europeos– que la versión original del símbolo de la Unión Europea es exquisitamente mariano, como bien lo demuestra la bandera oficial de la Unión Europea, con las doce estrellas y los colores blanco y azul de la Virgen".

"Por desgracia –también indican los dos exponentes– Europa se ha desviado peligrosamente de la inspiración original, tomando una dirección diferente, a favor de intereses que tienen muy poco o nada que ver con nuestro pueblo y con los valores cristianos en los que se reconoce la gran mayoría de los europeos".

Fontana y Borghezio presentaron una declaración escrita "para apoyar las peticiones de que la Virgen de Fátima es portadora, con la intención de facilitar su acogida para que pueda salvar a Europa y a todo el mundo y garantizar la paz y la prosperidad". La iniciativa fue propuesta al Parlamento Europeo por el padre Nicholas Gruner, fundador de la “Asociación Virgen de Fátima Onlus”.
Nuestra Señora de Fátima

La Bandera de la UE, como pone en evidencia Mario Mauro, presidente de la delegación del Pdl (Pueblo de la Libertad) ante el Partido Popular Europeo (Ppe), tiene 12 estrellas doradas en círculo sobre un fondo azul. El número de estrellas no tiene que ver con el número de los estados miembros de la Unión Europea, sino que es un símbolo numérico antiguo que indica armonía y solidaridad. La elección de la bandera se hizo mediante un concurso con el que se alzó el diseñador católico francés Arséne Heitz. El significado de la bandera retoma una imagen de la devoción a la Virgen, que se halla en el capítulo 12 del Apocalipsis: "Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza".

El presidente del jurado era un judío belga convertido al catolicismo, y muy sensible al simbolismo bíblico relacionado con el número 12: este número, en la simbología antigua, representa la plenitud y la perfección; 12 son las tribus de Israel; 12 los meses del año; 12 los Apóstoles; 12 las Tablas de la Ley romana. Heitz se inspiró en la “Medalla Milagrosa” que llevaba al cuello: una medalla acuñada tras la aparición de la Virgen a Santa Catalina Labourè en 1830. Fue la misma Virgen la que indicó a la religiosa que hiciera representar en su medalla las 12 estrellas de la corona de la mujer del Apocalipsis. También llevaba una de estas medallas Santa Bernadette Soubirous cuando, el 11 de febrero de 1858, tuvo la primera aparición de la Señora, que se le apareció vestida precisamente de blanco y azul.

Arséne Heitz no desveló a la comisión de aquel concurso el origen bíblico del símbolo (lo admitió tiempo después), pero sostuvo que el número 12 era, según la sabiduría ancestral, un "símbolo de plenitud"; esta interpretación entonces pasó y este número ha sido confirmado en el tratado constitucional. La bandera europea, por lo tanto, tiene un fuerte significado cristiano y, sobre todo, mariano. Mañana 24 de octubre, María "vuelve a hacer suya" la Unión Europea.

Bandera de la UE

martes, 23 de octubre de 2012

LOS FRAILES MÍNIMOS DE SAN FRANCISCO DE PAULA EN SICILIA

LA ISLA DE SICILIA EN 1619


San Francisco de Paula


La Isla de Sicilia en el mar Mediterráneo, llamada de los antiguos navegantes Isla Verde, es entre las de aquel mar la Reina, así por que las excede mucho en grandeza, (boja de circuito doscientas y ocho leguas) como por ser abundantísima de todos frutos, principalmente de trigo, cebada, vino, azúcar, miel, azafrán, y seda; en todo lo demás que cría Italia no le es inferior: tiene tres Arzobispados, y seis Obispos: en la antigüedad tuvo opulentas y populosas ciudades, de Siracusa (hoy Zaragoza), se dice tenía catorce leguas de circuito, Agrigento cuatro, y moraban en ella ochocientos mil hombres, en tiempo que Dionisio el Mayor no era Tirano, ni cruel, sustentaba diez mil infantes de su guarda, diez mil caballos y cuatrocientos bajeles armados. Tynacria llamaron los antiguos la Isla de Sicilia, por ser de forma triangular, y por sus tres insignes Promontorios, el Peloro, cerca de Mesina, que mira a Italia; el Pachino, a la Grecia; y el Lylibeo, contra la África. Dividen otros la Isla entre valles, que llaman Valdemona, Noto, Mazara, este produce trigo en mayor abundancia que los otros dos. Los puertos de mar de Sicilia son los más famosos, el de Mesina, hecho de la misma naturaleza: el de Palermo, por el Arte, con su muelle tan admirable, que no envidia las grandezas de Roma: el de Marsala, llamado de los antiguos Lylibeo, segurísimo, y sobremanera abundante de pesca.


La milagrosa travesía del Estrecho de Mesina: sobre su manto, San Francisco de Paula y sus compañeros


En esta Isla, por ser tan fértil, y vecina de Calabria (que antiguamente, se dice, fue todo tierra firme y continente, hasta que rompió furiosamente el mar Mediterráneo, por la parte del Estrecho, o Faro de Mesina) quiso el glorioso Padre San Francisco de Paula dar el primero ensancho a su Religión: es la gente piadosísima, muy dada a todo género de veneración y culto de las cosas espirituales. Resuelto el santo varón, por los años de 1494 pasó a la Isla, atravesando el Faro, con el rarísimo milagro, de hacer navío seguro y firme de su manto, sobre quien con sus dos compañeros se puso en ella. Increíble fue la devoción con que los Sicilianos recibieron en su tierra al nuevo Elías Francisco, de quien tan maravillosas cosas siempre oían, acerca de los milagros que Nuestro Señor obraba por su siervo, y de su penitencia y rigurosa vida, principalemente cuando vieron unos, y supieron todos aquella grande maravilla, con que la santidad deste gran siervo de Dios rindió las aguas, donde más inexorables las tiene Dios encerradas en el peligroso estrecho de Mesina. Manifiestóse bien esta devoción en Sicilia, en los muchos y maravillosos conventos que en poco tiempo goza la Religión en ella.

Hoy tenemos dos Provincias, no menos graves que antiguas. Una, con nombre de Mesina, que fue la primera, es de las mejores de la Religión. La otra, con nombre de Palermo, a ninguna inferior, como iremos viendo en el discurso de entrambas.

En el último Capítulo General, celebrado en Roma, día del Espíritu Santo de 161, se dio lugar y antigüedad a esta Provincia entre las de la Religión, la tercera, conforme a sus derechos, y fundaciones antiguas.



PROVINCIA DE MESINA, DE LA ORDEN MÍNIMA DE SAN FRANCISCO DE PAULA



CONVENTO DE MILAZO, AÑO DE 1464



La Provincia de Mesina, en la Isla, es una de las mejores de la Religión, así en número y antigüedad de conventos, como en haber criado siempre varones insignes en santidad; su primero y más principal (por ser fundación de nuestro Padre San Francisco de Paula) es el de la ciudad de Milazo; tiene sus principios desde los once de Enero, del año del Señor de 1464, cuando nuestro Padre glorioso tenía ya casi cincuenta años de edad. Edificados algunos conventos en Calabria, determinándose fundar en las Islas de Sicilia, pasó (como ya decíamos) el Faro sobre su manto, vino a desembarcar en la ciudad de Milazo, Diócesis de Mesina, distante del mar un tiro de mano, por la parte de Levante, por la de Poniente, uno de arcabuz. Fueron sin número y espantosos los milagros que el bendito santo hizo en este viaje (de que se hizo ya mención) andábase la gente tras aquel nuevo Elías, viéndole hacer prodigios en la penitencia, oyéndole sus palabras dulces, recibiendo infinitos beneficios y mercedes de nuestro Señor, en todos sus trabajos y menesteres, por los méritos de su siervo San Francisco de Paula; dos compañeros suyos pasaron con él a la Isla, los Beatos fray Paulo de Paterno y fray Juan de San Lucido.

SAN FRANCISCO DE PAULA TRASLADA 
MILAGROSAMENTE DOS GRANDES PIEDRAS

Albergaron los ciudadanos de Milazo a los tres santos varones, y en medio del burgo, o arrabal de la ciudad les dieron sitio competente para edificar conventos; comenzóle a erigir el santo, con título de Jesús María: entre otros maravillosos efectos que la Majestad de Dios obró por los merecimientos de este gran siervo suyo, admira hoy, y siempre causó espanto a los que le consideran, que habiéndose de poner dos piedras de grande peso y tamaño a la puerta de la Iglesia, que ninguna de ellas podían rodear veinte hombres, el santo Padre las trajo con tanta facilidad como si fueran dos ligeras tablas, y las puso en el lugar que hoy están. No paró aquí el milagro, sino que en trofeo y testimonio suyo, sucede cada día a muchos devotos que le oyen contar, querer sacar alguna partecilla de estas piedras, por reliquias, mas de ninguna manera han podido cavar, ni un mínimo terroncillo: cosa maravillosa y digna de consideración, que no haya querido nuestro Señor dar lugar a que padezca detrimento aquella portada de la Iglesia de su siervo, pues a no haber sucedido tantas veces este milagro de no las poder cavar, ni desmoronar, ya estuvieran repartidas por toda la tierra; tanta es la devoción que con las cosas de este bendito santo se tiene en ella.

RELIQUIAS DE SAN FRANCISCO DE PAULA 
QUE SE CONSERVABAN EN EL CONVENTO DE MILAZO

Otras reliquias de nuestro Padre tiene este convento, un bonetillo de lana, que solía traer, un pañizuelo de estameña blanca gruesa, que traía en la manga.

Levitación de San Francisco de Paula, según Rubens

SE EXCAVA UN POZO QUE DARÁ AGUA DULCE 
HASTA QUE -SEGÚN PROFETIZA SAN FRANCISCO-
LOS FRAILES TERMINEN LA CISTERNA:
LAS AGUAS GOZARÁN DE PROPIEDADES SALUTÍFERAS

Hoy se ve una grande maravilla en este convento, que para siempre testifica el grande espíritu de profecía de este gran santo. A los principios del edificio carecía el convento de agua dulce, por la cercanía del mar, mandó cavar un pozo y cuando se halló el agua, dijo: "Sea bendito el Señor, que nos ha proveído de agua dulce; mas advertid, hijos, que lo será el tiempo que hay desde hoy, hasta el día en que esta nuestra casa habrá hecho una cisterna, en que se recojan las aguas del Cielo, para el sustento y servicio de ella, entonces este pozo dará sus aguas salobres, como las había de dar, según su naturaleza". Después de fabricado el convento, pasados más de catorce años, en que el agua de este pozo era dulcísima, luego que se hizo la cisterna que hoy tiene, y se comenzaron a beber sus aguas, tornaron a ser saladas las del pozo, mas no del todo desaprovechadas, porque habiendo servido tantos años al sustento de la bebida, desde que no aprovecharon para eso, comenzaron a ser milagrosas, en dar la salud a muchas enfermedades para que se aplican. Tan glorioso es Dios en sus santos, que da lo que le piden con mayor largueza y abundancia que se desea.

 SAN FRANCISCO DE PAULA SE APARECE 
EN CUERPO GLORIOSO EL AÑO 1574

Testifican muchas personas de gran fe, así de los Religiosos, como de los seglares de Milazo, que muchas veces se les ha aparecido Nuestro Padre Glorioso en sus trabajos y tribulaciones, favoreciéndoles con evidentes milagros, por ser muchos y en materias ordinarias de enfermedades y naufragios, no los pongo, contentándome con la insinuación de los de este jaez, pues hago profesión en esta Crónica, de no poner sino los más insignes y extraordinarios. No dejaré en silencio uno, que fue notable. Tenía Estéfano Nonelo, vecino de Milazo, grandes deseos de tener hijos, hizo voto al bendito Padre San Francisco de Paula, que si nuestro Señor le daba un varón, se le ofrecería a su Orden: complióselos Dios, y parió su mujer un hijo: con el discurso del tiempo creció este niño, y a los tres años de su edad cautivaron los Turcos un tío suyo, y le llevaron a Constantinopla, donde estuvo cautivo cuatro años; al fin de ellos, cuando el niño tenía ya siete, estábase de ordinario en el convento entre los Religiosos, un día de ellos reposando, entróse en la iglesia, y al punto vio un Religioso grave en el aspecto, con su barba entre cana, descalzos los pies, y un báculo en la mano. Pensando que fuese algún Padre que venía de fuera, díjole el niño: "Benedicite", como solía decirlo a todos los Padres: y preguntóle de dónde venía. Respondió el santo que de Mesina. "Y vos Padre, ¿sabéis de mi tío si vendrá tan presto?". Díjole el glorioso Padre, que el día de San Marcos vendría: (llamábase así el cautivo), dicho esto, desapareció en santo varón, y el niño se entró, y contó esto a los Padres. Supose luego en la ciudad y esperando el suceso, se halló sin trabajo alguno del camino el Marcos en Milazo, el día de San Marcos. Creció este niño, y recibió nuestro hábito, hoy es vivo, y se llama fray Domingo de Milazo, Religioso de santa vida y de quién yo tuve relación de este suceso, que pasó el año 1574.

LA CAMPANA QUE APLACABA LAS TEMPESTADES

Una campana tiene este convento, que se vació de gran cantidad de metal, que el Rey don Fernando de Nápoles dio a nuestro Padre, cuando confiscó aquella suma sin número de moneda falsa, que corría por su Reino. Es tanta la devoción que con ella tiene toda la tierra, por haberla Nuestro Padre mandado fundir, que respondiendo nuestro Señor a esto, hace cada día muchos milagros, en ocasión que los atunes, ballenas y otras bestias marinas dan señal de que quiere venir tormenta, porque luego que los pescadores y otra gente lo ven, van a tocar esta campana, y cesa la tempestad, sin daño de los bajeles que están por el Faro.

DOCTOS VARONES DEL CONVENTO DE JESÚS MARÍA DE MILAZO

Residen en este convento de ordinario dos docenas de Religiosos: es Cabeza de la Provincia en su antigüedad y se lee en las Artes y Teología. Entre otros varones doctos, lo fue mucho el Padre fray Egidio Moncurcio, Siciliano, natural de Claremonte, que escribió un libro curioso, cuyo título es "Typus scientiarum", impreso en París, año de 1591.



Continuará.



miércoles, 17 de octubre de 2012

EL AÑO DE LA FE CONTRA LA RELIGIÓN HECHA-POR-TÍ

 

Emblema de "La falsa religión", de "Il Libro degli Emblemi" de Andrea Alciati (1492-1550)



Autor: Massimo Introvigne

En la audiencia general del 17 de octubre 2012 Benedicto XVI ha emprendido un nuevo ciclo de catequesis del miércoles, que estará dedicado a la fe acompañando paso a paso el año homónimo. La fe, ha dicho el Papa, es "el encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una Persona viva que transforma, nos transforma en profundidad a nosotros mismos": nos transforma completamente, y transforma nuestra relación con los otros. "Tener fe en el Señor no es un hecho que sólo interesa a nuestra inteligencia, el área del saber intelectual, sino que es un cambio que implica la vida, todo lo que somos nosotros mismos: sentimiento, corazón, inteligencia, voluntad, corporeidad, emociones, relaciones humanas. Con la fe cambia realmente todo en nosotros y para nosotros, y se revela con claridad nuestro destino futuro, la verdad de nuestra vocación dentro de la historia, el sentido de la vida, el gusto de ser peregrinos hacia la Patria celeste".

¿Se trata sólo de bonitas palabras? ¿Se trata de teoría? ¿De algo que confesamos con los labios pero que, en lugar de ser "el alma", queda apartado de nuestra vida diaria? Para reconducir la fe en la vida cotidiana es necesario mostrar que sólo con la fe se encuentra "la plenitud del hombre". "Hoy es necesario remacharlo con claridad, mientras las transformaciones culturales en marcha muestran a menudo tantas formas de barbarie, que pasan bajo la etiqueta de "conquistas de la civilización": la fe afirma que no hay verdadera humanidad si no en los lugares, en los gestos, en los tiempos y en las formas en las que el hombre es animado por el amor que viene de Dios". En cambio, donde "hay la arrogancia del yo cerrado en sí mismo, el hombre es empobrecido, degradado, desfigurado."

Podemos entonces definir la fe como "acoger este mensaje tranformante en nuestra vida". También podemos decir que se trata de "acoger la revelación de Dios", pero "el misterio de Dios queda siempre más allá de nuestros conceptos y nuestra razón, de nuestros ritos y de nuestra oración". Empero he aquí "la maravilla de la fe: Dios, en su amor, crea en nosotros -a través de la acción del Espíritu Santo- las condiciones adecuadas para que podamos reconocer su Palabra. Dios mismo, en su voluntad de manifestarse, de entrar en contacto con nosotros, de hacerse presente en nuestra historia, nos hace capaces de escucharlo y de acogerlo". El Pontífice cita a San Pablo: "Por esto, incesantemente damos gracias a Dios de que, al oír la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombres, sino como palabra de Dios, cual en verdad es, y que obra eficazmente en vosotros, que creéis" (1 Ts 2, 13).

Con la venida de Jesucristo "Dios no sólo se ha revelado en la historia de un pueblo, no sólo ha hablado por medio de los Profetas, sino que ha dejado su Cielo para entrar en la tierra de los hombres como hombre, para pudiéramos encontrarlo y escucharlo". Las palabras que nos ha hecho escuchar, en cambio, tienen un contenido muy preciso. Por tanto "ya desde los principios se puso el problema de la "regla de fe", o sea de la fidelidad de los creyentes a la verdad del Evangelio, en la que permanecer firmes para custodiar y transmitir la verdad salvadora sobre Dios y sobre el hombre". San Pablo lo expresa en un modo que resulta hasta radical: "y por el cual sois salvos si lo retenéis [el Evangelio] tal como yo os lo anuncié, a no ser que hayáis creído en vano." (1 Cor 15,2).

La pregunta esencial para nosotros se convierte entonces en: "¿Dónde encontramos la fórmula esencial de la fe? ¿Dónde encontramos las verdades que nos han sido fielmente transmitidas y que constituyen la luz para nuestra vida cotidiana?". Y "la respuesta es simple: en el Credo, en la Profesión de Fe o Símbolo de la fe". El Credo nunca ha cambiado. Sólo necesitamos "que sea mejor conocido, comprendido y rezado. Sobre todo es importante que el Credo venga a ser, por así decir, "reconocido". Conocer, de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que "reconocer" quiere significar la necesidad de descubrir la unión profunda entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra existencia cotidiana".

El Credo remite al Catecismo de la Iglesia Católica, que el Papa define una vez más como "norma segura para la enseñanza de la fe". El beato Juan Pablo II (1920 -2005) pedía explícitamente que el Catecismo "fuese programado sobre el Credo". Sólo así se podía construir un texto capaz de "confirmar y custodiar este núcleo central de las verdades de la fe, haciéndolo en un lenguaje más inteligible para los hombres de nuestro tiempo, a nosotros". "Hoy -ha añadido el Pontífice- vivimos en una sociedad profundamente cambiada también con respecto a un reciente pasado, y en continuo movimiento. Los procesos de la secularización y de una difusa mentalidad nihilista, en la cual todo es relativo, han señalado fuertemente la mentalidad común. Así, la vida es vista a menudo con ligereza, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de uniones sociales y familiares líquidas, provisionales". En particular -es el tema, tan querido para Benedicto XVI, de la emergencia educativa-, "las nuevas generaciones no vienen siendo educadas en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia que supera lo contingente, en la estabilidad de los afectos, en la confianza. Por el contrario, el relativismo conduce a la falta de puntos firmes, la sospecha y la volubilidad provocan rupturas en las relaciones humanas, mientras que la vida es vivida dentro de experimentos que duran poco, sin asunción de responsabilidad."

No se trata sólo de problemas que incumban a quien está fuera de la Iglesia. "Si el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos contemporáneos, no se puede decir que los creyentes queden totalmente inmunes a estos peligros, con los que nos confrontamos en la transmisión de la fe. La investigación aprobada en todos los continentes para la celebración del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, ha evidenciado algunos: una fe vivida de modo pasivo y privado, el rechazo de la educación a la fe, la fractura entre vida y fe". En la raíz de todo esto está la confusión doctrinal. "El cristiano no conoce a menudo el núcleo central de la propia fe católica, el Credo, así se deja espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades de fe y sobre la singularidad salvadora del cristianismo. No está tan lejano hoy el riesgo de construir, por así decir, una religión "hecha-por-ti"*. Debemos, en cambio, volver a Dios, al Dios de Jesucristo, tenemos que redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar de modo más profundo en nuestras conciencias y en la vida cotidiana.

Por esto era necesario el Año de la Fe: para reafirmar que los "contenidos o verdades de la fe (fides quae) se enlazan directamente a nuestra vivencia; requieren una conversión de la existencia, que da vida a un nuevo modo de creer en Dios (fides qua). Conocer a Dios, encontrarlo, profundizar en los rasgos de su rostro pone en juego nuestra vida, porque Él entra en los dinamismos profundos del ser humano". Sin claridad doctrinal no hay fe. Sin fe, encomendándose solo a la religión "hecha-por-ti", es difícil evitar los muchos riesgos de barbarie.



NOTA DEL TRADUCTOR: "Fai-da-te" viene a ser en italiano lo mismo que "bricolage" en francés o el "do it yourself" inglés. Se trata, por lo tanto, de una labor que realiza una persona a título de aficionado, para reparar alguna avería doméstica. En español tenemos una expresión que podría cuadrarle maravillosamente a lo que nos dice el Papa en italiano: "religión a la carta", esto es: una religión personal que el individuo va confeccionando eligiendo los elementos que la conforman como quien elige los platos en un restaurante, tomando la carta y seleccionando un menú a su gusto. 

Fray Luis de León ofreció un consejo a los traductores, cuando dijo: "El que traslada ha de ser fiel y cabal y, si fuere posible, contar las palabras para dar otras tantas, y no más ni menos, de la misma cualidad y condición y variedad de significaciones que las originales tienen...". Queremos seguir el dictamen de Fray Luis de León y, para ser fieles al original italiano, hemos traducido "fai-da-te" como "hecha-por-ti".

CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI SOBRE SAN JUAN CLÍMACO





Queridos hermanos y hermanas:

Después de veinte catequesis dedicadas al Apóstol Pablo, quisiera hoy reanudar la presentación de los grandes escritores de la Iglesia de Oriente y de Occidente en la Edad Media. Y propongo la figura de Juan llamado Clímaco, transliteración latina del término griego klímakos, que significa de la escala (klímax). Se trata del título de su obra principal en la que describe la escalada de la vida humana hacia Dios. Nació hacia el 575. Su vida tuvo lugar en los años en que Bizancio, capital del Imperio Romano de Oriente, conoció la mayor crisis de su historia. De repente el marco geográfico del imperio mudó y la avalancha de las invasiones bárbaras hizo que sucumbieran todas sus estructuras. Quedó sólo la estructura de la Iglesia, que en esos tiempos difíciles continuó con su acción misionera, humana y sociocultural, especialmente a través de la red de los monasterios, en los que operaban grandes personalidades religiosas, como era precisamente la de Juan Clímaco.

Juan vivió entre las montañas del Sinaí, allí donde Moisés halló a Dios y Elías escuchó su voz, y Juan narró sus experiencias espirituales. Se han conservado noticias de él en una breve Vida (PG 88, 596-608), escrita por el monje Daniel de Raito: a los dieciséis años Juan, monje en el monte Sinaí, se convirtió en discípulo del abad Martirio, un "anciano", es decir, un "sabio". Hacia los veinte años eligió vivir como eremita en una gruta a los pies de un monte, en la localidad de Tola, a ocho kilómetros al pie del actual monasterio de Santa Catalina. Pero la soledad no le impidió encontrar a personas deseosas de tener una guía espiritual, ni visitar algunos monasterios próximos a Alejandría. Su retiro eremítico, efectivamente, más allá de ser una fuga del mundo y de la realidad humana, le llevó a un ardiente amor por los demás (Vida 5) y por Dios (Vida 7).

Después de cuarenta años de vida eremítica vivida en el amor de Dios y del prójimo, años en los que lloró, rezó y luchó contra los demonios, fue nombrado higúmeno (superior, n.d.t.) del gran monasterio del Monte Sinaí y retornó de esta guisa a la vida cenobítica, en el monasterio. Empero unos años con anterioridad a su fallecimiento, nostálgico de la vida eremítica, pasó al hermano, monje del mismo monasterio, la guía de la comunidad. Murió después del año 650. La vida de Juan se desenvuelve entre dos montañas: el Sinaí y el Tabor; y verdaderamente puede decirse de él que desprende la luz que vio Moisés en el Sinaí y que contemplaron los apóstoles en el Tabor.

Se hizo famoso, como ya he dicho, por su obra "La Escala" (klímax), llamada en Occidente Escala del Paraíso (PG 88,632-1164). Compuesta a instancias de las reiteradas peticiones del higúmeno del vecino monasterio de Raito, cerca del Sinaí; la Escala es un tratado completo de la vida espiritual, en el que Juan describe el camino del monje desde la renuncia al mundo hasta la perfección del amor. Es un camino que -según este libro- tiene que recorrer treinta escalones, cada uno de los cuales está unido con el siguiente. El camino puede resumirse en tres fases sucesivas: la primera muestra la ruptura con el mundo a fin de retornar al estado de infancia evangélica. Lo esencial, por lo tanto, no es la ruptura, sino la unión con lo que Jesús ha dicho: la vuelta a la verdadera infancia en sentido espiritual, el volver a ser como niños. Juan comenta: un buen fundamento es el formado por tres bases y tres columnas: inocencia, ayuno y castidad. Todos los recién nacidos en Cristo (cfr 1 Cor 3,1) deben comenzar por estas cosas, tomando ejemplo de los recién nacidos físicamente" (1,20; 636). El alejamiento voluntario de las personas y lugares queridos permite al alma entrar en comunión más íntima con Dios. Esta renuncia desemboca en la obediencia, que es el camino a la humildad a través de las humillaciones -que no faltarán nunca- de parte de los hermanos. Juan comenta: "Bienaventurado aquel que ha mortificado su propia voluntad hasta el final y que ha confiado el cuidado de su persona a su maestro en el Señor: será colocado a la derecha del Crucificado" (4,37; 704).





La segunda etapa del camino está constituida por el combate espiritual contra las pasiones. Cada escalón de la escala está unido con una pasión principal, que es definida y diagnosticada, indicando además la terapia y proponiendo la virtud correspondiente. El conjunto de estos escalones forma sin duda el más importante tratado de estrategia espiritual que poseemos. La lucha contra las pasiones se reviste de positividad -no se ve como una cosa negativa- gracias a la imagen del "fuego" del Espíritu Santo: "Todos aquellos que emprenden esta hermosa lucha (cfr 1 Tm 6,12), dura y ardua, [...], deben saber que han venido a arrojarse a un fuego, si verdaderamente desean que el fuego inmaterial habite en ellos" (1,18; 636). El fuego del Espíritu Santo, que es el fuego del amor y de la verdad. Sólo la fuerza del Espíritu Santo asegura la victoria. Pero, según Juan Clímaco, es importante tomar conciencia de que las pasiones no son malas en sí mismas; lo son por el mal uso que de ellas hace la libertad del hombre. Si son purgadas, las pasiones franquean al hombre el camino hacia Dios con energías unificadas por la ascética y la gracia y, "si han recibido del Creador un orden y un principio..., el límite de la virtud no tiene fin" (26/2,37; 1068).

La última fase del camino es la perfección cristiana que se desarrolla en los últimos siete peldaños de la Escala. Estos son los estadios más altos de la vida espiritual, experimentables por los "hesicastas", los solitarios, que han llegado a la quietud y a la paz interior; pero son estadios también accesibles a los cenobitas más fervientes. De los tres primeros -sencillez, humildad y discernimiento- Juan, acorde con los Padres del desierto, considera más importante este último, es decir: la capacidad de discernir. Todo comportamiento debe someterse al discernimiento, de hecho todo depende de motivaciones profundas, que es necesario explorar. Aquí se entra en lo profundo de la persona y se trata de despertar en el eremita, en el cristiano, la sensibilidad espiritual y el "sentido del corazón", dones de Dios: "Como guía y regla de todas las cosas, después de Dios, debemos seguir a nuestra conciencia" (26/1,5;1013). De esta forma se llega al sosiego del alma, la hesiquía, merced a la cual el alma puede asomarse al abismo de los misterios divinos.

El estado de quietud, de paz interior, dispone al hesicasta para la oración, que en Juan es doble: la "oración corpórea" y la "oración del corazón". La primera es propia de quien debe hacerse ayudar por posturas del cuerpo: extender las manos, emitir gemidos, golpearse el pecho, etc. (15,26; 900); la segunda es espontánea, porque es efecto del despertar de la sensibilidad espiritual, don de Dios a quien se dedica a la oración corpórea. En Juan ésta toma el nombre de "oración de Jesús" (Iesoû euché), y está constituida por la invocación del nombre de Jesús, una invocación continua como la respiración: "La memoria de Jesús se hace una con tu respiración, y entonces descubrirás la verdad de la hesiquía", de la paz interior (27/2,26; 1112). Al final, la oración se hace algo muy sencillo, simplemente la palabra "Jesús" se convierte en una sola cosa con nuestra respiración.

El último peldaño de la escala (30), lleno de la "sobria ebriedad del Espíritu" se dedica a la suprema "trinidad de las virtudes": la fe, la esperanza y, sobre todo, la caridad. De la caridad habla Juan también como éros (amor humano), figura de la unión matrimonial del alma con Dios. Y elige una vez más la imagen del fuego para expresar el ardor, la luz, la purificación del amor por Dios. La fuerza del amor humano puede ser reorientada a Dios, como sobre el acebuche puede injertarse el olivo bueno (cfr Rm 11,24) (15,66; 893). Juan está convencido de que una experiencia intensa de este éros hace avanzar al alma más que la dura lucha contra las pasiones, porque es grande su poder. Prevalece por tanto la positividad de nuestro camino. Pero la caridad se ve también en relación estrecha con la esperanza: "La fuerza de la caridad es la esperanza: gracias a ella esperamos la recompensa de la caridad... la esperanza es la puerta de la caridad... la ausencia de la esperanza anonada la caridad: a ella están vinculadas nuestras fatigas, por ella nos sostenemos en nuestros problemas y gracias a ella estamos rodeados por la misericordia de Dios" (30,16; 1157). La conclusión de la Escala contiene la síntesis de la obra con palabras que el autor hace proferir al mismo Dios: "Que esta escala te enseñe la disposición espiritual de las virtudes. Yo estoy en la cima de esta escala, como dijo aquel gran iniciado mío (San Pablo): Ahora permanecen por tanto estas tres cosas: fe, esperanza y caridad, la más grande de todas es la caridad (1 Cor 13,13)!" (30,18; 1160).




En este punto, se impone una última pregunta: la Escala, obra escrita por un monje ermitaño que vivió hace mil cuatrocientos años, ¿puede hoy decirnos algo a nosotros? El itinerario existencial de un hombre que vivió siempre en la montaña del Sinaí en un tiempo tan remoto, ¿puede ser de actualidad para nosotros? En un primer momento, parecería que la respuesta debiera ser "no", porque Juan Clímaco está muy lejos de nosotros. Pero, si observamos un poco más de cerca, vemos que aquella vida monástica es sólo un gran símbolo de la vida bautismal, de la vida del cristiano. Presenta, por así decirlo, en letras grandes lo que nosotros escribimos día a día con letra pequeña. Se trata de un símbolo profético que revela lo que es la vida del bautizado, en comunión con Cristo, con su muerte y su resurrección. Para mí es particularmente importante el hecho de que la cima de la escala, los últimos peldaños, sean a la vez las virtudes fundamentales, las iniciales, más sencillas: la fe, la esperanza y la caridad. No son virtudes accesibles sólo a los héroes morales, sino que son don de Dios para todos los bautizados: en ellas también crece nuestra vida. El inicio es también el final, el punto de partida es también el punto de llegada: todo el camino va hacia una realización cada vez más radical de la fe, la esperanza y la caridad. En estas virtudes está presente la escalada. Fundamentalmente es la fe, porque esta virtud implica que yo renuncie a la arrogancia, a mi pensamiento, a la pretensión de juzgar por mí mismo, sin confiarme a otros. Es necesario este camino hacia la humildad, hacia la infancia espiritual: es necesario superar la actitud de arrogancia que hace decir: yo soy mejor -en este tiempo mío del siglo XXI- de lo que pudieran saber los de aquel entonces. Es menester, en vez de eso, confiarse solamente a la Sagrada Escritura, a la Palabra del Señor, asomarse con humildad al horizonte de la fe, para penetrar de ese modo en la enorme vastedad del mundo universal, del mundo de Dios. De esta forma nuestra alma crece, crece la sensibilidad del corazón hacia Dios. Justamente dice Juan Clímaco que sólo la esperanza nos hace capaces de vivir la caridad. La esperanza en la que trascendemos las cosas de cada día, no esperamos el éxito de cada una de nuestras jornadas terrenas, sino que esperamos finalmente la revelación de Dios mismo. Sólo en esta expansión de nuestra alma, en esta autotrascendencia, nuestra vida se engrandece y podemos soportar los cansancios y desilusiones de cada día, podemos ser buenos con los demás sin esperar recompensa. Solo si Dios existe, esta gran esperanza a la que tiendo, puedo cada día dar los pequeños pasos de mi vida y así aprender la caridad. En la caridad se esconde el misterio de la oración, del conocimiento personal de Jesús: una oración sencilla que sólo tiende a tocar el corazón del Divino Maestro. Y así se abre el propio corazón, se aprende de Él su misma bondad, su amor. Usemos por tanto esta "escala" de la fe, de la esperanza y de la caridad, y llegaremos así a la vida verdadera.

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Durante la Audiencia General

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 11 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Es la catequesis que Benedicto XVI ofreció durante la audiencia general a los peregrinos congregados en el Aula Pablo VI.