"Cruceros de Roncesvalles", fotografía de D. José Ortiz de Echagüe

domingo, 20 de enero de 2013

EUROPA: UNIDAD CRISTIANA Y DIVERSIDAD CULTURAL

T. S. Eliot

A PROPÓSITO DE UNA RADIOCONFERENCIA DEL POETA 
T. S. ELIOT

Estaba recién concluida la Segunda Guerra Muncial y el poeta norteamericano, nacionalizado inglés, T. S. Eliot (1888-1965) ofreció tres charlas radiofónicas para una audiencia germanoparlante. Estas tres charlas fueron publicadas en Berlín el año 1946 bajo el título "Die Einheit der Europaeischen Kultur" (La unidad de la cultura europea).

Quiero ofrecer unos pasajes textuales que me parecen sumamente interesantes, así como vigentes en la actualidad. Y que pueden servirnos para reflexionar. Dice Eliot:

"La salud cultural de Europa requiere dos condiciones: que la cultura de cada país sea única y que las distintas culturas reconozcan la relación que hay entre ellas, de modo que cada una sea susceptible de recibir la influencia de las demás. Y esto es posible porque hay un elemento común en la cultura europea, una interrelación en la historia del pensamiento, los sentimientos y el comportamiento, un intercambio de arte e ideas".

Las dos condiciones que T. S. Eliot identifica son, por un lado, el reconocimiento de la singularidad propia de cada una de las diversas culturas europeas, lo que impide la uniformización de todas ellas en un producto artificial como el propuesto y ejecutado por el laicismo de nuestros días. Por otro lado, la singularidad propia de cada cultura nacional no puede encapsularse en sí misma, como un absoluto que no tuviera necesidad de interrelacionarse con las demás culturas nacionales de Europa. ¿Cuál es el elemento común que permite este flujo de comunicación entre culturas europeas? La religión. Y, para ser más exactos, el cristianismo.  

"La fuerza dominante en la creación de una cultura común entre distintos pueblos es la religión [...] Yo hablo de la tradición cristiana común que ha hecho de Europa lo que es, y de los elementos culturales comunes que ese cristianismo ha traído consigo."
"Un europeo puede no creer en la verdad de la fe cristiana, pero todo lo que dice, crea y hace, surge de su herencia cultural cristiana y sólo adquiere significado en relación a esa herencia [...] No creo que la cultura europea sobreviviera a la desaparición completa de la fe cristiana. Y estoy convencido de ello, no sólo como cristiano, sino como estudiante de biología social. Si el cristianismo desaparece, toda nuestra cultura desaparecerá con él."
"Son muchas las cosas que debemos a nuestra herencia cristiana aparte de la fe religiosa. A través de ella trazamos la evolución de nuestro arte, tenemos una concepción del derecho romano, que tanto ha contribuido a modelar el mundo occidental, una concepción de la moral privada y pública. Y a través de esa herencia tenemos en las literaturas de Grecia y Roma, nuestros modelos literarios comunes. La unidad del mundo occidental reside en esa herencia, en el cristianismo y en las antiguas civilizaciones griega, romana y hebrea, a las cuales, a través de dos mil años de cristianismo, se remonta nuestra ascendencia".
La preservación, la defensa y el acrecentamiento apostólico de esa herencia cristiana que constituye Europa fracasarán si las culturas nacionales europeas se encierran en sí mismas, queriendo llevar adelante, en el mejor de los casos, una resistencia individual en virtud de una supuesta supremacía histórica, económica, cultural o de la índole que sea. En estos momentos en los que el laicismo autodestructivo está desarmando a Europa, desposeyéndola de su identidad cristiana, las culturas cristianas de las naciones históricas de Europa tienen que afrontar muchas batallas decisivas: la lucha por la vida en la primera línea contra el aborto o contra la eutanasia, la lucha contra legislaciones que violan el Derecho Natural, la resistencia civil a cualquier forma de persecución del cristanismo en el espacio europeo son frentes para los cuales se requieren líderes aptos, estrategas y tácticos de la comunicación, así como fluidas relaciones -que permiten los nuevos medios de comunicación, como internet- entre la élite y las vanguardias cristianas. Permanecer en los estrechos márgenes nacionales, satisfechos en la lamentación inoperante, conformándose a un plácido narcisismo estéril y nostálgico, permitirse ignorar lo que otros hacen, tal vez por creerse investidos de una misión providencial personalísima (sea en grupo o personalmente considerada), hacer la guerra por cuenta propia y sin ton ni son, equivocar los medios por incapacidad o ingenuidad, no conocer ni aprovechar las experiencias de nuestros hermanos de otros países son errores y vicios que tienen que ser erradicados.

Ese es el desafío: Conjugar la unidad elemental cristiana con la diversidad nacional y la diversidad cultura con la unidad católica. Y no cualquiera vale para estratega.
Duomo de Milán. Fotografía de la página: I Love Art & Design


No hay comentarios:

Publicar un comentario